miércoles, noviembre 08, 2017

La neurobiologia del amor


Somos un mecanismo funcional complejo, pero que está determinado a una sola meta fundamental, que es la de ser proclives a la máxima evolución del genoma, lo que sucede en ese proceso es determinante para entender cuáles serán las características que el organismo vivo obtendrá.

Toda la gama de conductas psicológicas y sociales humanas son ordenes programadas de la bioquímica y la neuroquímica de nuestro organismo.

Cuando hay deficiencia en los receptores de dopaminas o los químicos de la felicidad y el placer, el ser humano tendrá una necesidad de buscar de conseguir esa droga a como dé lugar y esas personas tendrán más necesidad de ser religiosos o muy empáticos sociales o competitivos.

Muchas personas buscan el amor, buscan la felicidad, buscan evadir el dolor, buscan placer, pero al momento de definirlos o entender cómo es que esas órdenes o programadores conductuales se generan y dan como resultado nuestras búsquedas y nuestras decisiones, los cual en definición sería nuestra alma, nuestra personalidad, nuestros miedos, es decir somos unas maquinas programables, por lo tanto manipulables  y reprogramables, por lo cual la idiotez del libre albedrío que hablan las religiones es una fantasía, tal cual toda sus parafernalia ideológica.

He visto frases y he leído libros que tratan el amor como una decisión, como una cuestión propia inherente de lo mejor que el humano tiene, y tratan de darnos a entender que el amor es una fuerza universal mágica que impregna la vida como el rocio mañanero a las plantas silvestres.

Pero no, el amor es una cuestión mecánica que nos reduce a seres programados para un fin vacuo y lejano de nuestras esperanzas e ilusiones.

El cerebro discrimina, y determina lo que le gusta y no le gusta, dependiendo de lo que sea más conveniente para la mejor adaptación del organismo a su ambiente, por ejemplo: los celos que una mujer siente de otras mujeres que sean competencia para su pareja, surgen del olfato y la sensibilidad de reconocer hembras en ovulación o compatibles genómicamente con su cónyuge.

El amor surgió como una herramienta de preservación social, así los organismos que cuenten con esta función serán más proclives a prosperar en comunidad.

Hay quien dice que Hitler era un loco sin amor, pero la verdad es que él tenía un amor muy alto por sus ideales, por sus propias fantasías de utópicas sociedades altamente evolucionada, y ese amor los llevo a conquistar y masacrar pueblos, tal cual lo ha hizo Pancho villa, el Che Guevara o Napoleón.

Cuando un religioso toca mi puerta y me da sus discursos aprendidos de ese libro plagiado de textos egipcios (entre otros) que es al Biblia y me dice, Dios te ama, le pido que me defina que es el amor, y este solo lo entiende como una fuerza mágica que invade la creación, ahí  ya empezamos mal, por qué al conceptualizarlo y definirlo, el amor solo es una programación mecánica animal, tal cual lo es el hambre, el dolor, el frío, por lo tanto su Dios es un animal que busca proteger a sus iguales con fines de hacer prevalecer el genoma, realmente que ridiculez y que estupidez más grande.

Ser reduccionistas o totalitarios nos convierte en retrógrados y cerrados, digamos pues que todas las evidencias científicas hasta el momento determinan que los organismos son maquinarias estructuradas para ser falibles y mediante esos fallos lograr crear herramientas aptas para prevalecer, una de esas herramientas es el amor, y al entenderlo así, nos da una comprensión más clara de lo que esa herramienta nos obliga a pensar, actuar, sacrificar y delegar.

No somos el centro del universo, no somos el centro de la creación, no somos la criatura amada de ningún dios, solo somos unos vulgares animales de tantos otros que hay, con rituales de apareamiento comunes, con rituales de territorialidad comunes, marionetas de la bioquímica y el instinto, inclusive todo nuestro arte y creatividad se explican puntualmente  como una derivación de esas necesidades biológicas de preservación como especie.