miércoles, mayo 09, 2007


Ayer disfrutaba un paseo por la calle de reforma de esta capital. Había olvidado lo mucho que me gustan los días entre el atardecer y la noche, cuando el viento corretea las hojas secas y ese frió característico húmedo que precede a una tarde de lluvia, donde por un lado pude observar como se va retirando ese azul de cielo y por el otro puede ver como esa masas grises de agua se iluminan de pronto, con ese espectáculo tan grandioso que son los relámpagos que cruza vertiginoso, transversalmente el cielo.
Me gustan las tardes de lluvia, pero me gusta más la preparación de la tierra para recibirla, como la naturaleza pacientemente espera por recibir esa bendición de agua del cielo. me sorprende, me vivifica y me llena.
Me gustan las tardes grises que preceden a una tormenta por su aire limpio, por su aire fresco, por su nostalgia, por su sabor a tierra, por su sabor a vida.

1 comentario:

Mr Montoto dijo...

Los días de lluvia tienen poesía propia, hasta que nos damos cuenta de que, en la contemplación, se nos empapó nuestro mejor par de zapatos.