martes, mayo 10, 2011


Tenía un hermoso carro azul metálico y era una belleza. Me sorprendía
por muchas cosas, sus líneas, su perfección, su color. Llenaba de tiza todo el
patio de recreo, imaginando carreteras de lugares distantes.


Tenía un carro de baleros hecho de cajas de madera para
frutas y un lazo como timón. Será porque en ese tiempo que el periférico no tenía
la afluencia que hoy tiene y también la pendiente retadora, es que no miraba el
peligro que era deslizarme por ahí en mi improvisado transporte, era realmente emocionante.


Tenía la curiosidad del químico loco y mezclaba todo lo que
fuera liquido, en busca de algún nuevo compuesto que al calentarse, no sé…
cobrara vida, cambiara de color o algo extraordinario saliera de ahí.


Tenía un trozo pequeño de palo de escoba afilado en los
extremos y con el palo más largo servía
de bate a un juego llamado bolillo, cuantas buenas partidas salieron de ahí.


Tenía bolsas de canicas de muchos colores, cómo olvidar sus
colores y la forma de conseguirlas, llevando vidrio en botellas o envases vacíos
a un expendio donde te lo cambiaban por una bolsa de canicas. Tenía un especial
predilección por verlas a contra luz, viendo las burbujas de aire atrapadas en
el vidrio, imaginándome que era testigo de la verdadera forma del universo
primigenio. Sí que mi imaginación volaba en sus formas y colores.


Nunca tuve los objetos que deseé en mi infancia como la
bicicleta azul cromada, la excalestric o el hombre elástico que siempre soñé, pero a falta de eso me llene de imaginación de
historias y de juegos que formaron mi infancia de recuerdos especiales.


La vida sé por experiencia no siempre te de lo que quieres,
pero si te da lo que necesitas en esencia y contenido, con eso me siento bien y
en paz.


No hay comentarios.: