domingo, junio 18, 2017

Del perdón


Hay tres cosas que hacer con los pendejos, esos que escuchan música ruidosa cuando van caminando por la calle con algún artilugio electrónico o esos que escriben mensajes de texto en sus teléfonos inteligentes mientras manejan o esos que fuman a tu lado sin importarle que tú no quieres su tóxico humo o esos que festejan su dioses de plástico y cerámica con cuetones y barullo o esos que cierran calles para sus fiestas privadas y que ponen un sonido estridente hasta altas horas de la madrugada, esos que tienen su perros de azotea como alarmas antirrobo. Primero, puedes violentarlos o agredirlos, poniéndote a su nivel de estupidez y poca capacidad mental. Segundo, puedes ignorarlos, como si no existieran, pero por ello no quiere decir que sigan afectando el entorno con su egoísmo, y el tercero y más difícil de todos, puedes perdonarlos, porque no saben lo que hacen, porque tienen un velo de egoísmo y ceguera social que aún no les ha podido dar la capacidad de ver la vida y la realidad de una manera más compasiva y justa.

Yo los he agredido y he recibido en proporción he igualdad la misma violencia con la que actúe, además del peso de la culpa por haber obrado tan obtusamente.

Yo los he ignorado, tal vez por no darle importancia a un acto que se ha vuelto norma y que parece ser un comportamiento generalizado y estandarizado por la sociedad actual, y también con el fin de no dejar que me afecte y me cause doble daño, por el enojo y malestar que despierta su actuar y  brutal comportamiento.

Para perdonarlos tendría que tener un nivel de amor tan alto y un entendimiento de las causas y efectos de la vida. Tendría que ser muy sabio para poder poner toda mi energía en cambiar las cosas que puedo cambiar. Tendría que tener una mente tan lúcida que me permita saber que ese egoísmo que proyectan solo es una carencia dolorosa que cargan y que en un determinado momento caerá sobre sus cabezas como la espada de Damocles.

Desgraciadamente aún no puedo perdónalos, mucho menos amarlos, y sé que ese odio que siento por ellos al verlos tan estupidos y tan impunes en sus groseras formas de convivencia es un fuego que solo me consume a mí y que me afecta de múltiples formas en mi cotidianidad.

He mejorado mucho en mi forma de tratar a mis semejantes y vecinos y quien me conoció en el pasado podría dar cuenta de ello, por lo cual aún creo hay posibilidades para aquellos que aún no son conscientes de daño que ocasionan con su violencia y egoísmo social. De igual manera lucho y me preparo mucho con el fin de alcanzar la capacidad de perdonar y amar a mis semejantes y creo mi camino está en la dirección correcta, ya los pasos se están dando y eso es esperanzador, por lo menos para mí.   

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