jueves, diciembre 20, 2018

Mujer de invierno


Las chimeneas, con la estela blanca Incansable, día y noche, noche y día, como si fueran la nariz de una furia incontenible.

Una maquinaria o locomotora imparable, que no deja de avanzar, que no deja de sostener a los que dentro se refugian de sus soledades, de sus depresiones y los anhelos de un sol distante. Tal vez, es que esa locomoción es un intento nada más de escapar de sus pesares, de sus miedos por saberse frágiles ante la soledad, ante el silencio que el invierno ofrece.

Pero no hay estación más favorecedora, más gentil, con aquellos que buscan dentro lo que saben a ciencia cierta esconde la quietud, la calma, el silencio, la muerte que el frío carga. Porque ¿no es verdad que los muertos son exactamente así? fríos, solos y silenciosos. Y  es que acaso ¿no es que hay que morir para saber que hay una vida después? porque si no se muere a tiempo se corre el riesgo de ser un zurrón vacío, una metáfora de vida, una parodia de lo que debería ser eso, el ser.

Porque hay veces que siento que soy la copia de la copia de un original que no está aquí, un original que está sucediendo justamente en otro tiempo, en otra realidad, que no es esta deslavada. Ya las matemáticas, lenguaje propio de los dioses explicaba que el tiempo solo es una sucesión de momentos eternos que están compactados en un mismo sitio, siendo el cerebro reproductor de dichos momentos, y así mismo, las matemáticas comprueban que el frío congela también minutos y horas.

Entonces, ante el frío, el presente y futuros inciertos de múltiples realidades, sucede lo que sucede, pasa lo que pasa, aunque no sea lo que me debería pasar, aunque no sea lo que quisiera que pase.

Y ella surge tímidamente de ese capullo frágil, congelado, con escarcha en los labios, azul de diamante en sus fríos ojos, que parecen ausentes, pero saben exactamente qué están mirando, saben exactamente qué buscar dentro de tus pocos restos.

Toca tus párpados que caen al sueño de mañanas mejores, y ella te acompaña en tu soledad, y es de ti y eres de ella, y se alegra de tus lágrimas de sangre azul. Con cada mirada de sus gélidos ojos, te convida a tiempos más cálidos, pero sabes que aún así ella rondaba paciente, sembrada en el campo yergo, en ese erial que es la ausencia de corazón, de fuerzas para seguir un día más en la renuncia del optimismo y las ganas de no ser nada y de nadie otra vez.

Y cala más el paso lento de las buenas noticias, que la nieve y los menos grados que retan al termómetro a no subir su tímida y roja flecha.

Ella, la mujer de invierno, posa sus delicados besos en la conciencia meditabunda, en las manos frías y los dedos insensibles, las mejillas coloradas, las ropas que buscan maquillar ese frío que se mete hasta las más profundas dudas y las más oscuras negaciones.

Ella, la mujer de invierno, se sabe en su campo de batalla, se sabe victoriosa desde su llegada,su abrumadora frialdad desnuda toda mis pocas ganas de resistirme a dejarla entrar en mis murallas vencidas.

Ella,Aldanai, la mujer de invierno, mi amada lagrima helada, mi caricia fría al corazón, eres bienvenida, eres bien amada, eres todo lo que tengo, y soy todo lo que tienes, también.


armando_vega@icloud.com 

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