martes, julio 19, 2022

viajando dentro de Suiza y las memorias

 


La primera vez que salí de viaje fue a un pueblo muy cercano llamado chalma, ver los cerros por primera vez fue espectacular, porque un citadino que se conformaba con ver coches en el periférico y que un llano abandonado de un terreno aledaño, era toda la naturaleza verde que conocía, así que tener ese pequeño vistazo de provincia era muy refrescante.

Conforme se hacía noche en ese pueblo los cerros tornaban a una silueta majestuosa que en la imaginación de un niño, tornaban como los majestuosos gigantes que aquel loco español combatió en la mancha.

Así, la memoria que es tan fácil de activar en sus recuerdos me trae a colación esos momentos tan lejanos de mi niñez, ahora que me encuentro en el tesin, la región italiana de Suiza. Precisamente en el islote de Brissago, rodeado de cerros y un lago maravilloso, con un clima caluroso, como debe de ser el comienzo de un verano y una vista maravillosa a todos los pequeños poblados aledaños como Locarno, Ascona, san lázaro .

Tan diferente, claro de esos años tan precarios donde pernoctábamos en un lugar por demás humilde, comiendo lo que algunos tacos de aguacate podían saciar el hambre. Ahora disfrutando de un pescado fresco del lago suizo, con un vino blanco de la región, es que mis nostalgias tienen color de tiempos añejos, sin relación aparente, más que aquellos cerros engrandecidos, mucho más verdes y frondoso que los de aquellos años.

Ese primer viaje o tal vez esa primera impresión de los cerros como marco de una excursión no es la primera vez que asalta mis pensamientos, ya que en la isla de crisis, allá en el mar Egeo también abordó mis recuerdos, cuando esa majestuosa silueta de la isla de creta, la cual tenía en vista panorámica desde mi posición en aquel lugar, también de un momento sin premeditación saltó a la imaginación, lejana y distante como los años que han pasado desde entonces.

Ayer como ahora es que la capacidad de asombro sigue estando presente, hoy como ayer la impresión de conocer gente nueva, como la chica que nos vendió las cervezas en el barco, una suiza italiana con una madre española que hablaba español con un acento argentino y que en su nerviosismo de ser sus primeros clientes nos confió parte de su vida, ya que era su primer día de trabajo  o como las ancianas con las que departimos charla en el tren, una repleta de colgantes de oro, otra más sencilla, una de Puerto Rico, otra de Colombia.

Fue un viaje que como todos aquellos otro se quedara en la región que la memoria le tenga reservada, por lo mientras ahora permanecerá en esta diario publico donde exorcizo mis demonios, y libero mis ganas de vivir.

 

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