viernes, agosto 03, 2018

Con sabores reales


En esta vida industrializada donde todo depende de la producción en masa, de lo artificial, es difícil encontrar un tiempo para encontrar el sabor original de las cosas.

Es increíble cómo la gastronomía Mexicana busca añadirle especias y condimentos a todo, con tal de darle un extra, pero llega un momento que ese  extra es demasiado.

Disfrutar de una ensalada sin ningún condimento, ni salsa, ni balsámico o aceites, es una rareza que en muchos lugares me han criticado, porque es como los animales comen, al natural.

Yo que vivo sin azúcar, me es complicado el sabor de algunos productos procesados, porque no soporto su exagerado sabor y la mayoría de las ocasiones salir a comer a un restaurante me causa malestares gástricos, por lo tanto,tengo que ser muy cuidadoso en cuanto a lo que ordenó, y como lo quiero preparado.

Por eso me es fácil vivir en cualquier lado del planeta, porque disfruto el sabor del agua, de los jitomates, de las lechugas, de las frutas. Hace poco vi una mujer mexicana de intercambio estudiantil, que solo comía tortillas y frijoles de lata y sufría porque la comida de suiza no tiene el sabor de su México querido. Así,mucha gente de diferentes naciones y culturas vive apegada a los condimentos y añadidos que su cultura le heredó, y ese apego aprendido lo traen adherido, y es una de las cosas que más tristeza y añoranza les ocasiona cuando viajan a otros países.

Amar el sabor único de lo natural es tener tiempo de disfrutar lo que es por lo que está y lo que sucede por lo que es.

Es claro que en este mundo globalizado, disfrutar una fruta exótica es saborear un producto hecho a la carrera, con prisa, porque tiene que recorrer un trayecto muy grande esa fruta o legumbre para llegar hasta tu plato y en ese proceso se sacrifica como siempre la esencia de las cosas.

En la casa donde viví cuando llegue a Suiza, había un pequeño huerto y un árbol  que daba peras, lo más hermoso era cuando las frutas y legumbres maduras eran compartidas por los suizos que las cultivaban, y podía saborear la calidad excelente de comida real; esos sabores que tenían, es por seguro que no necesitan ni chile, ni limón, ni sal,ni ningún otro añadido, por que el sabor era real, como debería ser lo que uno consume, porque de esa manera uno se trasforma en lo que come, porque sin ser esotérico o mafufo,la energía que consumimos para vivir se ve reflejada en nuestra piel y hasta en nuestros pensamiento y actos.

Alguna vez pescando en Iramuco en un pueblito de México, comí, producto del trabajo de pescar y cocinar al natural a las brazas y sobre piedras calientes, el mejor manjar de pescado que he probado en toda mi vida y ni siquiera en los mejores restaurantes he repetido la emoción de lo sabores que ese día convergieron.

No es de extrañar que los mejores cocineros del mundo, lo sean simplemente por darle a la gente productos reales en la comida, y para eso tienen que ir a mercados y huertos naturales, donde los productos fueron hechos con paciencia tesón, y hasta podría decirse que amor en su elaboración y posterior presentación.

Me es increíble que algunos poetas y compositores que mal comen, que desayunan un refresco de lata y un pastel "sabor" a chocolate, fuman todo el día y después comen cualquier cosa para seguir siendo funcionales y en la noche cenan solo alcohol como posible que su sensibilidad puede sobrepasar una mente intoxicada y aún así crear poemas y composiciones o música sublime, eso sigue siendo un misterio para mí.

¿Qué sería de sus creaciones si vinieran de una mente lúcida y despierta?

¿Cómo sería una sociedad sin alimentos tóxicos y artificiales?

 

armando_vega@icloud.com

                          

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