Es de mediana edad,
es gordo y está cansado. le duelen las rodillas al despertar y la espalda le
mata cuando regresa de ese trabajo que la vida le escogió, y no la vocación.
Vive en un cuarto de
azotea que se ajusta a su apretado presupuesto. con un lavabo y un espejo, que
por más que los limpies siempre muestran las mismas enigmáticas figuras
caprichosas que el tiempo les ha dotado.la cama está a un lado de una silla que
no sirve para sentarse, más bien como perchero de las pocas ropas zurcidas que
le arropan, así como el uniforme, que es
la vestimenta oficial que le otorga autoridad en el trabajo que le ocupa la
mayor parte de la vida, es decir: comer un pequeño lonche, una comida corrida
en la tarde y algún café con pan en la noche, mientras ve las sangrientas
noticias. y al final quedarse dormido. esa es la rutina diaria de una vida
encajonada.
Son 4200 pesos
mensuales, más prestaciones, un arma que a podido accionar en 2 ocasiones y que
le costaron, ya que se le descontó de sus sueldo tales los cartuchos
percutidos.
Tiene la mirada fija
en cada cliente que acude a ese banco, sabe que cada uno de esos visitantes
transeúntes he intermitentes son potenciales delincuentes. El sabe que esos
cuatro mil pesos que recibe cada mes son el precio de su vida y de la vida de
alguien más. sabe que por esos pocos pesos, que en nada ajustan su vida para
vacacionar, para casarse, para tener hijos, para tener esa gran televisión
plana que siempre ve con ilusión en ese gran almacén de electrónicos.
En esas noches antes
de quedarse dormido, alguna vez le ha subido repentinamente a la vieja cuadrada
televisión que aún tiene antena aérea, para escuchar con atención la muerte de
algún compañero o la valentía de algún otro que murieron en defensa de su deber.
Sabe que la ley está
de su lado si tiene que cumplir su deber, sabe que tiene que matar si es
preciso, sabe que puede morir si la mala suerte le toca. Pero eso es algo que
no le quita el sueño" cosas del trabajo" se dice.
No está contento
pero está conforme con la vida que le toco. ve pasar el dinero que cada tarde
es retirado por unos oficiales más armados que el, y con más riesgo tal vez que
el. se miran y se entienden, asienten la cabeza y se miran a los ojos, son cómplices,
son compañeros y tal vez, por un momento amigos.
El efectivo que hay
en caja es de 100 mil pesos en ese momento. algo así como 20 años de ahorros en
relación a su precario salario, si las cosas se mantienen como están y con la
inflación precisa. El delincuente que estima esa cantidad y asimila el riesgo
por 2 minutos de trabajo ya repartidos entre 3 serían algo así como 30 mil
pesos para una tarde, nada mal para un momento de adrenalina.
Un sicario de 4200
pesos mensuales, eso es el, dispuesto a defender el oro que lo hace pobre. Un
delincuente que por 30 mil pesos( lo que cuestan un par de toallas en los pinos
o una corbata del presidente o un vuelo redondo con hotel a Madrid) por esa cantidad
está dispuesto a dejar la vida o a quitarla si es preciso.
El esta cansado de
estar de pie todo el día, de cargar con el dolor añejo de espalda, pero se sabe
ocupado, se sabe útil o utilizado que es lo mismo.
Está tirado en el
suelo, gritos histéricos, una hemorragia que cubre todo el piso, un frío
distinto a los demás fríos, es aviso inequívoco de que la muerte está cerca. la
confusión, la negación, la ira se apoderan de el. ¿A quien culpar de esta
situación premeditada? Sabida si, ensayada si,
pero nunca esperada, no visualizada como una realidad que sucede ahora
mismo. y precisamente se ve tan irreal en las películas y series, y la verdad
es que esto es más traumático, y más
doloroso de lo que se representa, se cree, o se imagina.
El frío sube
precipitadamente como un aluvión de sensaciones nuevas, el vació se cierne
sobre el como un torbellino oscuro, que succiona todos sus problemas, sus
miedos, sus preguntas sin respuesta y llega la oscuridad y los gritos, los
llantos, las maldiciones se van desvaneciendo, de pronto todo es silencio,
vació... la nada.
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