lunes, noviembre 30, 2015

Los otros, los incalificables


Decía Galeano que los incalificables son aquellos que no entran dentro de las definiciones cuadradas de los que buscan etiquetarnos.

Y con razón, etiquetarte te hace susceptible de control, porque si entras dentro de un rango es más fácil catalogarte, enumerarte, clasificarte y así poderte encajonar.

Me gusta salirme de toda definición no por contrariar  lo establecido, más bien porque lo establecido no me queda o más bien me queda chico.

Los que no te encuentran dentro de un rubro, te colocan dentro de una grupo que se llama "otros" somos los otros, esos que miras de lejos con curiosidad, con cierto temor por no saber de donde vienen o donde se dirigen, los que dentro de la sociedad, dentro de la maquinaria mecanizada de la vida no hacen juego con otras piezas, por su múltiple capacidad de ser todo y nada a la vez.

Ser otros es ser incontrolable, ser ingobernable, cuestionable, pero indefinible, cotidiano pero impredecible. Estar dentro de los otros es estar fuera de los mismos, esos otros que también importan, que saben el puerto de donde salieron y saben su destino. Ser otro es estar perdido dentro de un encuentro espontáneo y previamente establecido.

Decían los sabios que el camino de la sabiduría es no saber a ciencia cierta donde el camino va a parar, porque en la imprevisión de los acontecimientos se encuentra el verdadero ser.

Pero no por eso te cortes la libertad de etiquetarme, de decirme como te acomode y al mismo tiempo deje de incomodarte de tu confusión, de ese camino de hormigas que se vuelve loca cuando la línea se rompe.

Como en la película la lengua de las mariposas, ponme todos los nombres que el dolor o el rencor  te dicten, esos que te dijeron que soy o lo que debería de ser y no quiero, esos que quisiera ser y por gusto despreció, esos que son los otros, esos otros que son los mismos.

 

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