lunes, marzo 19, 2018

El pez por su boca


Decías, sin ti no puedo vivir y mírate ahora ya casada con hijos y yo recordándotelo con esa vieja carta amarillenta que ilumina tus ojos, de un recuerdo que hace mucho se difuminó, y tus mejillas se encienden bermellón, como hace mucho no sucedía.

Decías, "un hombre puede cambiar el mundo, la revolución necesita valientes" con tu pelo largo y camisa del Che, ahora ya cansado, trabajas horas extra, dices si por complacer y te ríes cuando ríen los demás, eres asalariado que sueña con vacaciones en familia y un gran televisor para ver el futbol en HD.  

Decías "los genios no deben morir" y como te moriste, no debiste ser muy genial del todo entonces.

 Decías con lágrimas en los ojos "no hay mas mundo por conquistar" y el mundo era redondo, y moriste sin saberlo.

"Prometer no empobrece" decía mi abuela, no estamos obligados a ser lo que decimos, ni a convertirnos en lo que predicamos.

¿Es de sabios cambiar de opinión? ¿Un hombre que no respeta su palabra no merece ser llamado hombre? El tiempo doblega voluntades, convierte montañas en cañones y acantilados, y la lengua es la soga de la cual colgaremos si no medimos las palabras que salen de nuestra boca antes que interceda la razón.


armando_vega@icloud.com    

No hay comentarios.: