martes, agosto 02, 2016

Reiterativo



La mayoría de la gente ve imposible vivir sin el estilo de vida moderno, considera que la gente que vivía en la edad de los inicios de la revolución industrial eran menos sanos, felices e informados, y es verdad, el nivel de educación es por demás decirlo superior, pero no así el nivel de entendimiento y comprensión del conocimiento y como estos conocimientos son prácticos en la vida diaria, la taza de mortalidad es menor en infantes y la edad adulta es el doble de larga de lo que fue en los finales del 1900,  pero no así la calidad de vida, en lo que refiere a la plenitud del ser humano, que en otros tiempos se alcanzaba entre los 20 y los 30 años, así se ve en los compositores, pintores, filósofos, científicos y pensadores que cambiaron el mundo y de las ideas que seguimos estudiando y utilizando como piedra angular de la sociedad moderna, es decir hay más tiempo de vivir, pero se vive con menos sentido y menor intensidad.

Una sociedad dependiente de lo que alguien les dicte, les instruya, les inspiré, les motive o les encomiende, irresponsable de tomar las riendas de su vida e inconsciente de las repercusiones de sus actos.

Se está perdiendo la capacidad de atención y se está adicto a estímulos estrambóticos que hacen que la realidad sea aburrida y se busque siempre un poco más de todo, estando constantemente insatisfecho aburrido y deprimido.

Hemos caído en la pesadilla de todo conspiranoico Orwelliano el gran hermano es real y  es más sutil y es más seductor de lo que se pensó, un gobierno oculto que toma las decisiones mundiales y  como consecuencia cobra las vidas de víctimas circunstanciales, peones de planes de quienes se creen superiores.

Se ha adoptado el sistema de vida industrializado de consumo masivo como el único medio de alcanzar una vida cómoda, práctica, limpia y feliz.

El problema con este modelo de vida moderno son las consecuencias que ya son medibles, observables y forman parte de la realidad cotidiana, la degradación del medio ambiente, la destrucción de grandes bosques, la erosión del suelo,la muerte de cientos de especies la gran polución de las ciudades centralizadas.  

 Ya no es cuestión de críticos pesimistas que no vislumbramos el gran auge de la modernidad, la edad de oro de la abundancia y la interconexión. Es cuestión del precio que este ritmo de vida y las consecuencias de una aparente bonanza eterna nos está costando.

El ciudadano de estas modernas, materialistas y consumistas sociedades es una copia exacta uno de otro, seres que compran para sentirse felices, que consumen para justificar su vida, que teniendo más medios de comunicación masiva, están más evadidos y divididos que nunca, egocéntrico y narcisista a niveles alarmantes de disociación  de la realidad que considera una caja de oportunidades, sólo disponibles para el que sea más ambicioso, más agresivo y más férreo en sus ambiciones.

Es obvio que una vez  instalado en este sistema adictivo, competitivo y lleno de placeres y vicios es muy difícil querer menos que eso, y menos aún cuando la comida artificial y las bebidas estimulantes nutren un cuerpo que en consecuencia piensa en relación de lo que consume para funcionar, y cuando los medios de información masiva y los programas educativos nos quitaron las ganas de investigar, de saber, y lo más importante de criticar y cuestionar la información que nos llega a raudales y donde se sabe que la saturación de información nos vuelve caóticos y menos receptivos a retener o asimilar dicho aprendizaje.

Tendríamos que analizar y buscar en el pasado el aprendizaje que sociedades cultas acumularon en beneficio de su desarrollo, no tecnológico, si no su desarrollo humano. Deberíamos buscar una sociedad más integral en cuestión de lo que es aprender y como lograr con este aprendizaje soluciones revolucionarias que beneficien a todos en general.

Deberíamos sacar la cabeza del culo y renunciar al beneficio personal, al patriotismo, nacionalismo y fanatismo.

Soy repetitivo, reiterativo, pero es una verdad que desgraciadamente no llega a la población, porque no la busca, una luz que por estar ciegos mirándose el ombligo se niegan a poder ver.

 

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