domingo, septiembre 11, 2016

Ese animal que nos habita y nos domina



Desde niños estamos programados para ser altamente egoístas, primero por la pobre capacidad intelectual de los padres que al no saber nada de sí mismos, ni de el ambiente social que los rodea, tratan de dar lecciones de moralidad y de justicia que en sus cabezas es correcta y funcional.

Se nos enseña una religión, que es una competencia por ganar un premio que es el cielo condicionada a una vida ejemplar, dentro de reglas transmitidas desde pueblos orientales y culturas judías que nada tienen que ver con un tiempo presente y el acontecer y pensamiento  contemporáneo.

Después en la escuela es una lucha por ser el mejor recopilador de datos inservibles donde el que tiene mayor capacidad para memorizar datos como perico es el que tiene las mejores calificaciones, aún así que no entienda la información, ni como está puede ser de ayuda para los demás. En esas mismas instituciones se nos alienta el sentimiento patrio y el sacrificio de todo por salvaguardar la bandera nacional, así como la nación que nos dio una identidad regional.

En el ambienta laboral se sigue la continuidad de ser el más astuto y el menos escrupuloso con fines de llegar más alto siempre y cuando la ambición sea mucha y las ganas de tener más sean el motor que impulsa el accionar. También se puede ser conformista ya que en la competencia nunca se destaco, entonces no hay problema, obreros y mano de trabajo barata siempre será necesaria para fortalecer el sistema.

Todo bajó la premisa de: preocúpate por ti, por tu familia y que los demás se preocupen por sí mismos, que nadie te ha de ayudar si no es por tu propio esfuerzo. 

Una serie de patrones y conductas sociales que forman este complejo aglomerado de pensamientos y acciones, que están todos enfocados en tener más y tenerlo ya.

Entonces es normal que dentro de un patrón que se repite constantemente,  el ser humano no aspiré a más que tener todo lo que su capacidad laboral e intelectual le ofrezcan en un mercado que ofrece amplias opciones y que el que no las obtiene es porque no se esfuerza lo suficiente.

Por ese motivo la borregada tan predecible y puede caer en fórmulas de comportamiento dirigido al consumo, al conformismo, al sometimiento y al egoísmo.

El sujeto o ciudadano quiere ser social y busca el pertenecer, entonces se les dan clubs de venta donde pueda comprar en centros comerciales, tiendas diferenciadas para los diferentes presupuestos,  juntas estratégicamente para que el sentimiento aspiracional surja y se entienda como superación social y personal el poder obtener mejores muebles, mejores restaurantes, mejores ropas y accesorios.

En la universidad campus iztacala donde aprendí psicología por un rato, aprendí que el ser humano debe ser tratado como un animal, que en busca de un premio que refuerce su conducta puede hacer lo que sea y puede ser condicionado, entrenado y moldeado a según lo dicte una mente que controle el experimento social al que todo individuo y ciudadano se ve inmiscuido en cuanto se integra a esta vorágine de humanos competitivos por naturaleza.

El plan bien diseñado y con frutos muy visibles en lo que respecta a la cotidiana realidad consumista es resultado de un estudio concienzudo en la psicología humana y el "descubrimiento" de que el ser humano es un animal, que se rige más por sus deseos he instintos, que por su capacidad de raciocinio.

Todo estímulo que llega por los medios de comunicación masiva, en los centros comerciales, el el radio, en la moda y nuestra interacción social, está diseñada con el fin de adoctrinararnos en un consumo interminable, una sumisión egoísta y una alta necesidad de competir y ser mejor o parecer mejor que cualquiera que el modelo diseñado por los ingenieros sociales nos parezca correcto.

Desde niños se nos programo como animales y respondimos como animales, se nos vio como objetos y respondimos como objetos.

¿Se puede salir de ese juego enfermo? Si, pero requiere trabajo, compromiso, conocimiento de si mismo, esfuerzo sobre humano, y sobre todo responsabilidad de nuestros actos y errores, con fines de que en esos errores nos reconozcamos, aprendamos y nos superemos, no en comparación con otros, si no en relación al animal que nos habita y nos domina. 

 

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