lunes, septiembre 05, 2016

Sin respeto no hay amor



Los mexicanos obesos mórbidos, ignorantes, son las personas más egoístas, enfermas y narcisistas que he podido conocer en el mundo. Me causan mucho malestar aún yo  lejos de el territorio mexicano por las cosas que aún escucho de amigos y familiares, de lo que les acontece diariamente y que podría parecer una broma de humor negro, si es que no fuera tan real como la realidad misma lo que sucede.

Y aunque es claro que aquí  en Berna Suiza no despierto con los ladridos de perros de los vecinos que coleccionan esas mascotas en su azotea o de la música estridente de reguetoneros que sienten que su música es el legado cultural más importante de sus vidas y es prioridad compartirlo con el mundo o los tiroteos de los vendedores de drogas que venden con donaire en cada esquina de la barrios populares a beneplácito de las autoridades coludidas o de los arrancones de mozalbetes inverbes que se sienten poderosas estrellas de cine de acción.

No,aquí lo que me despierta es el gusto por el tañir de las campañas que a veces dura 15 agonizantes minutos en un país donde el 80% de la población es Cristiana y ve con beneplácito tan ensordecedora manifestación de religiosidad o sus podadoras que como costumbre los suizos utilizan con esmero y pasión cada día desde las 8 de la mañana, como si se tratase de un hobby enfermizo y mal sano de sus memorias cromosómicas  o su necesidad de hacer reparaciones en todas partes y molestando con el ruido de sus máquinas modificando, mejorando, renovando o construyendo sus hogares que consideran su legado eterno, como las pirámides faraónicas o los arrancones de adolescentes con los mismos motivos que los pendejos mexicanos y sin diferencia alguna de los estúpidos mexinacos o de las múltiples manifestaciones sociales que tienen como costumbre de reunirse en los balcones de sus hogares para estar vociferando hasta altas horas de la madrugada(peor aún si tienen jardín) bebiendo vinos caros y presumiendo de sus viajes o nuevas adquisiciones materiales.

La convivencia social es un tema delicado y me deja claro que el problema no es la idiosincracia, el nivel cultural o la bonanza económica, la gente en general son estúpidos monos que se hacen valer a razón de su comodidad, su egocentrismo y su conchudes. Lo que realmente me sorprende es que la gente tenga una idea equivocada de lo que es el primer mundo, pensando que es un lugar donde la corrupción, la limpieza y el orden están controlados al extremo, y que en la realidad de las cosas no es así. Los monos sapiens son monos y no importa que sean budistas, chinos, japoneses negros, rojos o azules, todos comparten el mismo lazo sanguíneo, que los convierte en la misma plaga infecciosa del mundo.

Ya dejen de tener en la cabeza que en el mal llamado primer mundo la gente tiene conciencia y respeto, no es así, aquí en suiza la gente fuma como desesperados en cualquier lugar que no les provoqué  una pena capital, los balcones de los edificios están repletos de fumadores nostálgicos y deprimidos que les importa poco la salud propia y de los que afectan con sus dependencias irracionales, no hay control de conducir alcoholizado y la mayoría maneja borracho los fines de semana, todo mundo habla por teléfono mientras maneja, sin respeto de los límites de velocidad, los cabrones tienen un trauma por sus penes pequeños y al igual que en México se mean en las tazas del sanitario, evitando los mingitorios y sin siquiera levantar la tapa por el mínimo respeto al siguiente usuario, los fines de semana no es raro ver adolescentes gritando consignas al sistema a sus padres sólo porque están borrachos, en el trasporte colectivo la gente se adueña con bolsas y chamarras de los lugares que deberían ser para cuatro pasajeros, por el rechazo al contacto social y aún con el tren lleno se rehusan y molestan si se les exige liberen dichos lugares.

No, el mono humano es el mismo animal en el país y lugar geográfico que los pongas, mantienen los mismo vicios y carencias psicológicas y espirituales sin importar su procedencia, y aunque la creencia popular es que en países del primer mundo las cosas lucen más organizadas, civilizadas y correctas, la verdad es que al  ser menos personas, se minimizan los efectos negativos visibles, pero están ahí, como estigma de una sociedad enferma y poco respetuosa de su hábitat, estén donde estén.

 

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