viernes, julio 08, 2016

Basado en hechos reales (segunda parte)



La primera vez que lloraste por causa mía fue devastadora, pero fue disminuyendo la impresión de esa primera vez, y las consecuentes ya eran rutinarias, como los besos, los abrazos, los motivos para decir te necesito.

Entonces los ojos se llenaron de grises y las luminarias que iluminaban tu repentino llegar se convirtió en una constante que no tenía razón para celebrar.

Ya era más divertido conocer otras personas, saber de otras vidas, encontrarme en otras miradas.

Los momentos felices se empezaron a mezclar con momentos de fricción, había días que todo era positivo, había días en que no tanto, pero lo dejamos pasar, pensando que la vida repararía esos huecos, como las heridas que te haces al caer.

Pero caímos tantas veces y pocas de ellas estuvo tu mano para levantarme y muchas estuvo tu mano para no permitirme salir.

Los laberintos en los que no perdimos se fueron haciendo más oscuros y la salida no mostraba la solución, podría decirte que el recuerdo de tu luz muchas veces me mostró el camino correcto, pero tu luz se fue haciendo cada día más tenue, cada día más fría.

Las dudas, la rutina, la falta de ritmo en esta danza de dos fueron agrietando está idílica forma frágil,como una estatua de hielo que cede al menor resquebrajar.

¿Como decirte que me haces falta, cuando me siento mejor sin ti? La sonrisa que tenías cuando estabas en soledad se borraba en cuanto me viste llegar y eso me dio la comprensión que la soledad te sentaba mejor que mi presencia.

Pero la costumbre, el miedo a la soledad, la rutinaria vida y el camino ya recorrido daba razones para postergar lo inevitable.

Esa cita en el café donde tantas veces impaciente te vi fulgurante aparecer y llenar todo de tu luz, fue el preámbulo de un final anunciado, y aunque lo sabias en el corazón y aunque lo sabía en todas las cosas que decía tu lenguaje corporal, tratamos de alargar esa despedida sin tocar el tema de principio, logrando con esto sólo evitar muy poco lo inevitable.

No hubo reproches, porque nada se podía salvar, entonces que casó tenía discutir lo irreparable, un mutuo acuerdo de un adiós premeditado.

Cuando saliste con una premura nueva, las dudas se agolparon de lleno en mi entender el vació de mi mano sin tu mano, sin tu talle, realmente fue notable,la confusión de un corazón que no entendía que estaba pasando y el porque razón tenía que empezar a olvidar lo que ya parecía olvidado.

Los libros de poemas que ya no serán más para ti, los cafés abandonados fríos de dos locos que se encontraron y que hoy se perdieron entre otros anónimos transeúntes, los amigos restantes de una situación que ahora resultará incomoda  y que tal vez no se puedan volver a conciliar, tus cartas, tus mensajes en el contestador,ese cassette con las canciones que decían lo que sentías por mi y que enmudecerá por lo menos hoy.

¿Que harás con nuestras fotos, las promesas y los recuerdos? ¿Que haré con los sueños la caricias que sobraron y eso te quieros?

Cuando me pregunten los cercanos que ¿donde estas? Les diré que te quedaste dormida en mis recuerdos, aunque no me entiendan la respuesta.

El que más recriminara será esa farola de la esquina de tu casa que ahora estará realmente solitaria, como a un cuadro de flores de Van Gohg  se le notaría la ausencia del florero.

Como convencerás a tu gato que no estaré más, que olvide las caricias y los mimos, como ya los estas olvidando tu.

Por alguna extraña razón las canciones tristes me sientan mejor,un poco de mi se perdió con esa despedida.

 No me encuentro, no me siento centrado y por alguna razón que ni yo mismo comprendo, tengo la ansiedad de marcarte y preguntarte como estas...


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