Los
hombres también tenemos el complejo de cenicienta, no le llamamos
príncipe azul, porque nosotros, le llamamos destino.
Los
hombre vivimos con la esperanza de que esa mirada, de que esa sonrisa
se la que nos robe el corazón, de que ella sea la mujer que forjamos
en nuestro sueños y que cuando herramos en nuestras decisiones, sea
comprensible, porque ella no era la que yo busque, ni yo era lo que
ella buscaba.
Los
hombres buscamos en el destino una puerta que le dé rienda suelta a
nuestras ilusiones, a nuestros sueños. Y dejamos la puerta abierta
del corazón, siempre con la consigna de quien entre sea la indicada
sea la mujer que estaba diseñada para nosotros, y que de alguna
manera y por alguna misteriosa razón mágica, tenía que suceder así
y de ninguna otra forma.
A
veces los hombres le decimos a las mujeres ¡he ya deja ese sueño de
ser la princesa que será rescatada por el príncipe azul¡ pero
nunca les decimos que nosotros somos capaces de ser ese príncipe
azul, si es que las señales del destino, una estrella ilumine el
camino o las constelaciones se acomoden de tal forma que así nos lo
indique.
Hombre
y mujeres afrontamos la soledad desde ángulos diferentes, así como
la esperanza. En la ermita en Michoacán una mujer anciana muy sabia
me dijo: ahora mismo estás haciendo todo lo posible porque esa mujer
que sueñas, esa mujer que anhelas aparezca en tu camino. Pero lo que
no sabes es que ella también esta haciendo todo lo posible para
encontrarte y que todas esas cosas que hace y todas esas cosas que
haces tú, solo son creencias, suposiciones de lo que ella cree de ti
y de lo que tú crees que ella busca. Al final ella te encontrara y
tú la encontraras y se darán cuenta que son lo opuesto a lo que
imaginaban, pero aun así se estaban buscando, aun así se amaran.
Tenía tanta razón la señora, en ese entonces tenía 16 años y 3
años más tarde, conocería a la mujer que cambio mi vida y yo la de
ella para siempre.
Los
hombres también tenemos el complejo de cenicienta, creemos que más
allá de nuestra actual soledad o actual infortunio, hay algo más,
un camino que se muestra expectante y que muchas veces dejamos ir por
cobardía o muchas veces lo seguimos, sin saber que lo que buscábamos
estuvo siempre al alcance de nuestra mano.
armando_vega@terra.com.mx
AMOR
A PRIMERA VISTA
Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.
Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.
Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.
Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.
Wislawa
Szymborska- Polonia
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